Tuesday 29 October 2013

El Danubio bajo el Bastión de los Pescadores, Budapest.

Para mi, hablar de Budapest es como hablar de mi mismo... Es uno de esos lugares que no puedes dejar de visitar, nunca. Hay gente que piensa que con los muchos lugares que hay en el planeta, repetir destinos es un error. Y les doy la razón, en parte. Porque también pasa que hay sitios que te atrapan, que tejen un extraño nudo con tus sentimientos, provocando que cuando te marchas, sientes que dejas algo a tus espaldas... y que tienes que volver a buscarlo, aunque no recuerdes dónde lo dejaste.

El hecho de volver más de diez veces a Budapest, y otras partes de Hungría, claro, hace que algunas rincones se conviertan en "extraña y placenteramente rutinarios". Que te reconozcan cuando vas a comprar el desayuno e incluso puedas responder en húngaro, le da un valor que considero muy importante. Porque así, es como pienso que se empieza a conocer un país y el viajar coge otra connotación mucho más profunda.

En Budapest tengo unos cuantos rincones singulares. Y para empezar compartiré mi preferido: Caminar siguiendo el Danubio por el lado de Pest al ponerse el sol. Y por si no fuese suficiente, escuchando la Tabula Rasa (puedes clicar para escucharlo) de Arvo Pärt.
 



Recuerdo una tarde de finales de octubre, bien abrigado con mi anorak, escuchando música con mi Ipod recién comprado. Volviendo de la Isla Margarita, dirigiéndome al centro antes de llegar al Parlamento, de pronto levanté la cabeza cuando alguna cosa distorsionó mis pensamientos.



Por un lado, el sol se estaba poniendo detrás de la Iglesia de San Matías, detrás del Bastión de los Pescadores. Y por otra, Arvo Pärt hacía sonar su magnífica Tabula Rasa. Los colores, la vista, la música... aunque tópico, no puedo decir otra cosa que fue mágico. Así de fácil y sencillo.



Ese instante, cuando el frío empezaba a hacer estragos, un extraño calor arropó mi corazón... algo así como cuando te enamoras... de forma fugaz... porque en poco tiempo, el sol ya había marchado y la luz desaparecía ante mi deseo de vivir ese momento una y otra vez. Volvía Arvo Pärt, pero ya no era lo mismo...

Otras veces que he vuelto, que no hacía frío, la verdad es que la experiencia no fue la misma. Una experiencia se nutre de muchos pequeños detalles que la hacen única. Por esto vale la pena vivirlo intensamente cuando pasa y que tu corazón quede bien impregnado. De esta manera, un tiempo después, podrás compartirlo con la misma pasión que lo viviste.

www.edgartarres.com


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